Hola Francisco, esta es la carta de la que te hablé.
Te veo, allí estás luchando con tus propios demonios, los cuales sin ser ajenos a los míos quedan muy por fuera de mi alcance. Te debates entre dejarlos fluir o cuestionarlos hasta llevarlos al punto en el que abandonen la guerra. Una guerra que en mi experiencia ellos siempre terminan ganando.
Soy yo la responsable, en parte, de que ellos existan.
Soy yo quien por momentos olvidó que tus necesidades eran diferentes a las mías. Creo que te abandoné y tuviste que construir esa fortaleza en la que te refugiabas cuando yo no estaba allí para protegerte.
Hoy me atrevo a pedirte disculpas usando como argumento de excusa una breve explicación de mis conductas. Espero que si bien no sirven para perdonarme, sirvan para que me entiendas.
Aquella vez que no quise hacerte la fiesta de cumpleaños, era porque yo no toleraba [en mi sano juicio] una reunión con más de 5 personas y tú, querías invitar a 10 amigos, sus papás y a la familia. Lo mismo pasó con la siguiente, la siguiente y así con cada una de las fiestas de cumpleaños que no te celebré. Tampoco sé cómo comportarme en ese momento en el que cantan el cumpleaños, no sé si aplaudir o simplemente esperar a que terminen, y no sabía si a ti te gustaba o te sentías como yo; entonces, sin preguntarte decidí evitarlo.
Las veces que olvidé que era tu hora de la comida [y no te lo recordé] no era porque no me importabas, obvio que lo hacías y entiendo que una alimentación completa, balanceada y a tiempo es vital para el crecimiento de un niño, pero es que incluso yo olvidaba comer y mientras jugaba contigo, durante horas, con tus legos o pintábamos en múltiples tonos de azul mis dibujos, se pasaban las horas y yo no notaba que tus comidas estaban ausentes.
Recuerdas que te forzaba a saludar a las personas, atreverte a preguntar, hablar con extraños y resolver casi cualquier situación que se nos presentara. Lo hacía porque yo no podía hacerlo y me refugiaba en ti, pero además, me aseguraba de que tuvieses las capacidades que yo no tenía. Porque no quería que te parecieras a mi, que sufrieras con estas situaciones y que dependieras de alguien más.
También debo disculparme por las veces que me buscaste y no me encontraste [y no es que no quería estar] pero no podía estar. En esos momentos yo también estaba teniendo una crisis, también necesitaba unos brazos que me sostuvieran de a ratos y me soltaran cuando necesitara libertad. No tenía la fuerza suficiente para contenerte a ti y [de forma cobarde] decidí esconderme antes de mostrarme débil. No olvides que quería ser tu héroe y si me veías así dejaría de serlo.
Sé que piensas que te lo hacía todo más difícil e incluso que entendiéndote fingía no hacerlo, pero no es real. De verdad no te entendía y necesitaba que me dieras más detalles, que te esforzaras en comunicar de forma más precisa lo que querías decir. Me habría encantado comprenderte a la primera, pero incluso hoy no lo lograría, porque nunca se trató de ti y de tu forma de hablar. Se trata de mi y de mi forma de comprender.
Quizá mi orden y estructura te hizo sentir muchas veces como si vivías en un cuartel de militares en donde la libertad dependía de lo bien que se tendía la cama, del orden en tu armario, de tu capacidad de colocar todo en el mismo lugar en el que yo lo haría. Y la verdad es que aunque reconozco que se sentía así, de nuevo era yo quien necesitaba esa estructura para mantenerme en calma y poder responder casi de forma inmediata cuando me preguntaras dónde estaba algo.
Quizá hay muchas cosas más en tu lista, o más bien, seguro que las hay…y yo también tengo mucho más que decirte. Por ejemplo, que además de mi autismo [diagnosticado a mis 38] también tengo un poco de déficit de atención, soy mujer y mis ciclos biológicos llegan a desordenarme mucho más, sufro de depresiones como manifestación visible del autismo, y siempre sentí mucho miedo de tenerte en mi vida, porque no sabía si te cuidaría como debía.
¿Sabes que el autista tiende a minimizar cosas importantes, soporta más dolor, no siente hambre, puede ser poco sensible? y todo eso es muy peligroso cuando intentas criar un hijo.
Por eso y por muchas cosas más, que seguramente irán saliendo más adelante, es que me atrevo a escribirte estas líneas, a ti, mi hijo. Ese que no he tenido y ni siquiera tengo la valentía para pensar en que exista.
P.D.: a mis sobrinos [Ame y Enzo] les haré leer estas líneas y les recordaré que algún día pudiese no comportarme como ellos lo necesiten; pero eso por nada significa que no los ame hasta el infinito y más allá.