Si conociste alguna, no podrás olvidarla.
6:15 de la tarde.
Una gran playa ocupaba el total de su vista de izquierda a derecha, un mar en calma y el silencio propio de la playa en invierno.
Calma.
El ruido estaba en su cabeza, donde una tormenta estaba teniendo lugar. Donde las preguntas sin respuesta transitaban a la velocidad del tren bala que tomó unos días atrás para trasladarse de Madrid a Sevilla.
Ya hoy lleva 2 meses y ocho días en este viaje sin rumbo pero con sentido. Un camino en el que está prohibido que vuelvas tal y como te has ido, donde el compromiso con la transformación es el pasaporte de entrada y de salida.
Allí estaba, de nuevo en Andalucía, frente al mar y con un sentimiento extraño de vacío, nada similar a lo que ocurría en su cabeza. Donde los pensamientos eran tantos que estaban a punto de salir por sus orejas.
Calma, noche y silencio.
Momentos que disfruta y en los que más fácil de acomoda..
¿Has caminado en la arena con zapatos?
Es incómodo, ¿verdad?
Ella piensa lo mismo, pero esa vez no alcanzó a quitarse los botines antes de comenzar a caminar.
Después de estar unos minutos frente al mar, observando su grandeza y sintiéndose como algo muy pequeño dentro de aquél lugar, sintió el impulso de arrancar a caminar.
Sus pasos sincronizados como las agujas del reloj le hacían avanzar con dirección al este sin siquiera notar que lo hacía. Por momentos escapaba de su mente preguntándose si aquellas luces que veía a lo lejos serían el puerto de Málaga, preguntándose si podría llegar caminando y luego, obviamente tendría que regresar en tren, porque estaban bastante lejos.
Le gusta caminar, y en esos días mucho más. Pero sabía que no lograría regresar caminando, porque aunque ama la noche, le teme a andar sola.
Se vio tentada a buscar en Google Maps el tiempo que tardaría en llegar caminando, pero en ese instante una voz externa la interrumpió.
Esta vez no era su cabeza y sus pensamientos compulsivos, no le era familiar y además le hablaba del mar.
Ojalá sus pensamientos fuesen sobre el mar.
No recuerdo lo que escuchó, me lo dijo, pero ahora mismo mi mente está reproduciendo tantas películas a la vez, que no logro recordarlo.
Sí, mi cabeza se parece mucho a la de ella, también mis pensamientos viajan a una velocidad anormal y me pierdo entre tantas cosas.
Quizá es por eso que, aunque no es lo que deseo, estamos destinadas a estar juntas.
Era algo como “el mar calma” o “es hermoso no”.
No logro recordarlo.
Pero eso bastó para darse cuenta que aquella persona que se atrevía a interrumpirla era quien hacía eco de sus pasos desde hace un rato. Quien tras ella también caminaba al compás de las agujas del reloj. Quien seguro también estaba caminando sin notarlo, impulsado por sus pensamientos.
Al instante contestó de modo afirmativo.
Parecía estar viendo su reflejo en aquella persona, ligera de equipaje. Despeinada como ella. Reservada y pensativa, pero en busca de respuestas. Caminando frente al mar.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar, caminante no hay camino sino estelas en la mar”
Antonio Machado
No tuvo que decidir si seguir a su lado, apresurar sus pasos o detenerse. ¿Ya te dije que parecía su reflejo? y, no puedes deshacerte de tu reflejo, ni de tu sombra.
¿Has jugado con tu sombra?
A mi me encanta tomarle fotos a la mía, porque es una expresión minimalista de un momento. Se deshace de la ropa, los colores y las formas innecesarias, es solo una mancha, sencilla, que comunica mucho.
Volví a hacerlo.
Me perdí en mí, en mi mente.
Y me alejé de lo que te cuento.
Definitivamente debo tener algún déficit de atención que no ha tenido su momento de debut.
Ya más adelante lo hará.
Comenzaron a charlar, del mar.
Comenzaron a reconocerse, incluso él también se vio reflejado en ella. No lo dijo, o sí. Tampoco lo recuerdo, seguro que ella me lo dijo, y lo olvidé.
Tantas coincidencias solo se consiguen en dos almas que se atrevieron a vivir este proceso, a alejarse de lo conocido, adentrarse en el abandono de lo cotidiano para descubrirse.
Para encontrarse y deshacerse de lo que les pesa, porque a la vida es mejor transitarla ligeros de equipaje.
Porque lo que sobra, estorba.
Y como te dije arriba, ya es bien difícil caminar en la arena con zapatos, como para además llenar la mochila de peso con cosas que no son necesarias.
Recuerdo que hace mucho leí un libro donde hablaban de que, en el momento en el que te atreves a hacer algo distinto, a asumir un riesgo y a tomar una decisión poco tradicional, es donde aparecerán todos los miedos de los demás convertidos en aparentes [buenos consejos], es cuando muchos tratarán de detenerte diciéndote que te estás poniendo en riesgo, y es cuando tú debes ser poco permeable o acabarás sucumbiendo ante sus miedos y creyendo que también son tuyos.
Creo que ellos dos lo saben, y es por eso que viajan ligeros.
¿Casualidad? no lo creo.
Sí que eran un reflejo.
Ambos salieron huyendo del mismo país, Buenos Aires, Argentina.
Ambos tienen gente que los quiere allá, que se asusta con sus decisiones y que en algunos momentos no entienden esos arranques de introspección.
Ambos tienen una vida que les espera y una necesidad insaciable de redescubrirse en el mar.
¡Claro que hay cosas distintas! ni se te ocurra pensar que es posible encontrar dos personas iguales en el mundo.
Incluso, ambos saben que su extraña necesidad de alejarse para encontrarse puede hacerle daño a quienes los quieren, pero, les es inevitable. Es una cuestión de supervivencia, y en este caso, valientemente, ambos se eligieron a ellos y no a quienes con amor, les pueden llenar de miedos o detenerles.
La conversación fue larga, me cuentó ella que pasaron del mar a la vida. [normal ¿no?] que hablaron de países de Europa, de sus viajes, del trabajo, la familia e incluso de sus destinos, tan distintos y a la vez tan parecidos.
Hablaron de terapeutas, cartas astrales, péndulos y del tarot. De la mitología griega y el canto de las sirenas.
El canto de las sirenas…la mayor amenaza de un alma de marinero.
Creo que estuvieron a punto de llegar a Málaga caminando.
Por cierto, ya busqué la información que ella buscaba en Google cuando él la interrumpió.
3 horas caminando, 14 kilómetros y sin duda un ticket de tren para regresar.
Hablaron del canto de las sirenas y a ella le quedó resonando esa frase entre muchas otras que también eran interesantes, pero esta, esta frase de alguna forma le hizo eco.
Luego me comentó que quizás ella ahora mismo estaba bajo la ilusión del canto de algunas sirenas, y eso la asustó.
¿Coincidencia? no lo creo.
Aquella conversación, de la cual regresó 1 hora y un poco más después, la acompañó mientras subía todas las escaleras que te llevan desde la playa hasta el centro de Torremolinos, donde se hospeda ahora mismo. De camino entró a la iglesia, escuchó lo que restaba de la misa, o más bien ocupó un espacio, sumergida en sus pensamientos, mientras el cura hacía la misa.
P.D.: aunque hay días en los que el mar está muy turbio, nunca renunciaría a mi alma de marinero.