Esto va de amor y de otros vicios.


Y de ti, si te sientes identifica@.

Lo había terminado.

No podía creerlo. Hoy cierro este libro que llevaba años leyendo para no volver a abrirlo.

Por fin he tenido el valor, pero cuánto me ha costado.

De hecho siento que no había querido terminarlo porque me recuerda que tengo algunos temas abiertos y siento miedo solo de pensar en cerrarlos. 

De hecho…

Llevo mucho tiempo pensando en cómo cerrarlos.

Es que, y te sonará a excusa.

Igual y sí, lo es.

Se siente como cuando tienes en tus manos un helado que estás disfrutando muchísimo y de pronto te das cuenta que por la emoción te lo has comido casi todo y ahora es inevitable, se va a acabar.

Es como cuando de niño estabas jugando con tus primos y se asomaban las mamás para avisar que era hora de recoger, porque en 10 minutos ya se irían.

Es como…

¿Cuántas veces me he sentido igual? 

¿Será que me he dejado arrebatar mis momentos por el tiempo?

¿Será que si hubiesen durado más, entonces, el recuerdo no sería igual?

Bueno…te dije que esto iba de amor y otros vicios y por el momento solo te he hablado de mi miedo a cerrar ciclos, algo que no tiene tanto que ver con el amor. 

Perdona, me he desviado, pero aplica, porque sí que es mi vicio.

¡Miedo!

Eso es lo que ella sentía. Incluso me atrevo a decir que se acercaba más al temor, y del bueno.

Solo atreverse a pensarlo y sus facciones cambiaban.

Apretaba su rostro, fruncía el ceño, su mirada se tornaba lejana y perdida. Sus dientes comenzaban a crujir, sus manos se apretaban. Sus ojos se llenaban de agua. 

Salada. 

Porque las lágrimas son saladas.

Me atrevo a afirmar que su temor era más sobre aceptarlo que sobre contarlo. De hecho era algo que le hacía feliz, muy feliz, de hecho. Pero, no se trataba solo de ella, también era de él y de su paz. La que parecía que en algún momento ella llegaba a perturbar.

Y sí, su historia si va de amor. 

La mía… 

Quizás sólo irá de vicios.

No, esto no puede ser amor.

¿Acaso no me quedó claro que amor es una palabra que no puedo permitirme incluir en mi repertorio? ¿Es que no te basta con lo difícil que es, tienes que hacerlo más complicado? ¿Es que no entiendes?

Si se te ocurre decirle que es amor, entonces lo perderás para siempre.

Te lo dijo, sí, más de una vez te lo ha dicho. Si algo ha hecho es encargarse de frenarte cuando has dado pequeños indicios de am…No. ¡Basta!

Me parece escucharlo: a ti como que se te cruzaron los cables, tu confundes todos, ya sé por dónde vienes y te dije que no, te quiero pero de cariño, solo Dios sabrá, tú…quieres confundir las cosas, pero no…

Puedo escribir un libro entero con sus infinitas advertencias. ¿Le tendrá terror al amor?, ¿Por qué se lo prohíbe?, ¿Por qué se bloquea?.

Y no acepto esa típica respuesta vacía y sin personalidad que han repetido tantas bocas en el mundo “no quiero hacerte daño, no soy lo que buscas”. ¿Qué carajos va a saber él qué es lo que yo busco? si ni se atreve a encontrarlo él.

Pero bueno…nada se le puede hacer. 

Tengo que limitarme a aceptar, que locura esta de limitarse a aceptar.

¿Cómo freno a esos caballos que galopan en mi pecho directo a él? ¿Será que alzo la mano indicando que se detengan a ver si no me aplastan?

La verdad, esto es absurdo. Resulta que ahora no puedes sentir amor y mucho menos confesarlo, porque el respeto así lo escribe.

Me lo dije, muchas veces.

Me repetí que no podía enamorarme. Pero…sí, aquí vuelvo con mis excusas, también es su culpa. 

¿Cómo cree que escucharé sus palabras cuando sus gestos dicen lo contrario? Y sí, dirá que me he confundido, que era cariño.

¿Cómo puede hacer caso omiso a algo que lo hace feliz? Y sí, porque no logra disimularlo.

¿Cómo es que no se llena de euforia -como yo- y se decide a vivirlo?

Él. Una casualidad que ocurrió sin premeditación. Un huracán silente y diminuto que no me permitió advertir el desastre en el que se convertiría. Y que sin duda, se olvidó de leer las letras pequeñas, esas que hablaban de mi pasión por esa extraña combinación que tiene.

Intento no recordarlo, de nada sirve pensarle y admirarle, quererle y desearle si él, se empeña en ser inalcanzable.  

Inteligencia, osadía, atrevimiento, respeto, respaldo, cariño…

Su mirada. Su mirada y su sonrisa me dicen lo contrario. Él no ha aprendido a controlarles y lo dejan desnudo ante mí. Lo dejan en evidencia y se convierten en ese pequeño asomo de esperanza. Son la razón por la que sigo allí.

Y sí, coño, ya lo sé.

De hecho él mismo me lo dijo ya hace un tiempo, lo recuerdo.

“Te estás torturando” 

Porque en mi cabeza, esto es posible. Porque no dejo de imaginar finales de película gringa romántica, de esas que tanto odia. Porque si yo también creyera que no es posible, entonces nada de lo que pasó…

Ya lo ves, su historia si va de amor.

La mía va de vicios.

Como su historia, de la que me convertí en adicta. 

Adicta a esa pasión con la que siente, adicta a esas ganas con las que se decide a hacer las cosas, adicta a esa valentía que la lleva muy lejos. 

Hasta la he llegado a envidiar. 

Ya quisiera yo sentir la mitad de la fuerza que a ella la mueve a lograr lo que se propone. 

La mitad de la fuerza que la mueve y la lleva a atreverse.

Por momentos fantaseo con la idea de fundirme en ella. 

De transformarme y olvidarme de las limitaciones, de los miedos, las angustias, los no puedo, o… el qué dirá.

Ese puto miedo a lo que puede ocurrir. Ese puto miedo que nos detiene ante la necesidad de ser felices, porque quizá no es correcto.

¿Y quién dijo que tenía que serlo?

No lo sé, pero me he creído el cuento barato. 

Y por eso es que me refugio en historias ajenas, en cuentos, películas y novelas…me refugio en las almas que se atreven a buscar lo que sueñan.

En los valientes, en los osados, en los que mueven al mundo.

Pero no logro imitarlos, solo observarlos. Porque yo, tengo miedo.

Ahora mismo voy a la librería.
Recuerda, mi libro se ha acabado y debo buscar otra vida para admirar. 


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