Las reglas del juego podrían cambiar.


Francisco, así fue como me sentí, te lo quería contar.

No quería jugarese juego, es verdad. 

Pero no quería irme, quería quedarme a mirar.

¿Por qué no quería jugar?

Bueno, son muchas las razones. Intentaré contarlas sin desviarme en el camino.

Odio los juegos que tienen tantas reglas que dejan de ser divertidos, de reglas está llena la vida y cuando juego quiero desprenderme de esas estructuras, no adherirme a otras. Y este juego estaba lleno de instrucciones que apenas con comenzar a escucharlas ya me tenían abrumada.

No me gusta ser responsable del éxito o fracaso de un equipo

[si estoy jugando]

Eso lo hago en mi trabajo cada día, pero no es algo que me divierte, no me siento mejor por ganar un juego.

Me abrumo fácilmente cuando estoy rodeada de muchas personas y allí estaba. Sabía que necesitaría pararme a respirar, tomar agua y soltar, antes de volver. Y si jugaba, esto no lo podría hacer.

Estaba en medio de una conversación importante con alguien a quien decidí darle mi atención en ese momento y ponerme a jugar sería dejarlo a un lado, [no estaba dispuesta a hacerlo].

En fin, razones había de sobra

Aunque la verdad debería bastar con un [no quiero] pero al parecer eso le generó un disgusto y no entendió que yo quería hacer lo opuesto a él. Entonces solo reaccionó de una forma que me asustó porque habló fuerte, se movió de forma tosca y me dejó totalmente fuera atravesando su silla entre la mía y el resto de las personas. A su forma, me anuló y eso me dolió.

Sí, ya sé que la única responsable de lo que le afecta soy yo, pero cuando quiero mucho a alguien, así mismo le doy el poder de afectarme. 

¿Que si lloré? por suerte no, me contuve, respiré e incluso traté de sonreír. Pero la llamada de él me salvó, me dio una excusa para huir de allí distinta a la malcriadez, porque si algo no quería era reaccionar ante su acción [no siento que lo merecía].

Luego, por la noche, lloré un montón. 

Me sentía triste porque me pareció un gesto agresivo que no merecía, bastaba con respetar que yo quería estar allí y compartir, pero no quería jugar. ¡Obvio! también dormí mal, al día siguiente el dolor de cabeza me estaba matando…pero logré seguir adelante sin tener que hablarlo y sin arrastrarlo.

P.D.: te sentirías muy orgulloso de mi Francisco, lástima que no estabas allí para mirarlo con tus propios ojos.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *