Francisco ¿te acuerdas cuándo fue mi primera vez?
Hoy me desperté con una sensación extraordinaria, haría una de las cosas que más me gustan. Me levanté 10 minutos antes de que sonara mi despertador, estaba programado para las 4 y 30.
Anoche dormí bien.
5 horas continúas.
Hoy pude levantarme tranquila, o quizá fue la ansiedad.
Él, quien me vigiló estos últimos 8 días, DF, bajó a despedirse y a entregarme a quien vendría por mí. Luego me enteré que se llamaba EE. Tomaron mis cosas y me pidieron seguirlos.
Un perro nos acompañaba.
Caminamos por pasillos amplios y fríos para llegar al auto en el que iríamos al lugar más triste del mundo, pero debo confesar que es de mis favoritos.
El camino fue largo, sentí que me estaban despistado para que no fuese capaz de llegar sola una próxima vez.
Me cambiaron de auto en medio de la oscuridad, ahora no iba sola, se unieron por lo menos 60 personas en este último trayecto.
Todos nos veíamos igual, adormecidos y concentrados en obedecer las normas de quienes indicaban qué hacer.
Hacía un mes y 5 días que había estado allí, pero en esa oportunidad me obligaron a tomar mis cosas y salir tan rápido como pude. Tomé el bus que estaba a unos 3 minutos caminando y luego de 1 hora y 15 de trayecto me encontré con quien estaría a cargo de mi por un mes; se apoda EJ.
Hoy, una vez estando allí recordé lo que pasaba.
Quizá se trata de masoquismo.
Por alguna extraña razón me gusta regresar a ese lugar en el que se experimentan sentimientos encontrados.
En el que se confunde el abandono con oportunidad y viceversa.
El lugar en el que sólo el 50% de las personas suelen estar de acuerdo con lo que pasa y el otro 50% es víctima de las decisiones del otro.
En el que han caído tantas lágrimas al piso que está totalmente manchado. Muchos puntos de colores y tonalidades diferentes representan todas las emociones que se han llorado allí.
Se mezcla la ironía de quien aún llorando, en ocasiones llega allí porque quiere, con la resistencia de quienes no tienen otra opción y desearían no estar allí.
Personas llorando.
Abrazos interminables
Vidas cambiando su rumbo.
Ilusiones rotas.
Historias terminadas.
Nuevos comienzos, estos pueden no ser malos pero difíciles.
Yo, desde una esquina observo a cada una de las personas tratando de descifrarlas, de adivinar su historia.
Olvidé decirte que antes de esto, al llegar bajamos del bus, tomamos los paquetes que estaban en el compartimiento inferior y entramos por una pequeña puerta.
Allí nos registraron a cada uno de nosotros, a mi me entregaron un papel escrito a mano con el número 109 para entregar más adelante en la siguiente puerta.
Una vez que logré ingresar tomaron mi paquete para revisarlo, parecían estar buscando algo particular, pero no lo encontraron. Así que con un gesto seco en el rostro me dejaron ingresar y me pidieron esperar hasta que llegara el próximo transporte, el que nos llevaría al destino final.
En un par de horas ya no estaría allí, abandonaría mi lugar favorito.
Pero sabía que esto pasaría, porque siempre es igual.
Aproximadamente una hora antes de que sea la hora de despegar comienza el embarque y a volar.
P.D.: sí, estoy hablando de un aeropuerto.