Mi encuentro con María


Aunque era parte del plan, no tenía idea de cómo sería.

¡Fue extraño!

No sé si quiera volver a verla.
Hoy no me apetece, pero mañana quizás sí.

Me sacó de mi zona de confort y no porque me haya hecho sentir incómoda, sino porque no tenía el control y yo, yo siempre suelo tener el control.


Incluso cuando me hago daño y reprimo mis emociones, siempre me concentro en mantenerme bajo control.

Al principio me hizo sentir cansada, bajó mis revoluciones y comencé a notar que todo me costaba un poco más. Pero como te dije, no resultaba molesto, sino extraño.

Sin embargo mi mente estaba revolucionada, pensaba más rápido de lo que alcanzaba a hablar, quería decir tanto y no podía, que creo apenas alcanzaba a realizar gestos que, de alguna forma me hicieran estar menos ausente en la conversación.


Lo noté y fue extraño, porque realmente quería hablar, intentaba pronunciar palabras y mi cerebro se quedaba en blanco. 

Comenzaba un segundo proceso en paralelo intentando recordar qué era eso que quería decir. Pero cuando lo lograba, ya era tarde, ya la conversación había avanzado.

Creo que el esfuerzo por mantenerme presente era tanto que comencé a  sentir la cabeza pesada, era como si me hubiese crecido en un par de minutos y ahora yo fuese prima de Tararí y Tarará los cabezones de Alicia en el País de las Maravillas. Era lo único que podía pensar mientras me sentía así.

De pronto una gran necesidad de reír me invadió, pero no era una risa a carcajadas, ¡no! Era una risa de esas que se dibujan en el rostro y te hacen doler la cara si intentas contenerla. Una risa de esas que fluye como el agua, que se manifiesta y resulta imposible contenerla.

Lo malo es que venía acompañada de una irracionalidad, porque no había motivos para reír, por tanto me hacía lucir incoherente.
O quizás sí, solo que normalmente no los veo. Porque pensándolo bien en ese momento noté muchas cosas diferentes, creo que su compañía me hizo ver cosas sencillas como majestuosas. Eso es lo que ella provoca en mí, o al menos eso es lo que decido creer.

El humo del tabaco a mi alrededor parecía más denso, pero podía ver a través de él.
Los colores de aquel video en la pantalla del fondo parecían más brillantes que nunca, quizá antes no le había prestado tanta atención.
Estaba tan atenta a todo que lograba sentir los chorros de sangre fluyendo en mi cabeza, y los latidos de mi corazón, nunca los había sentido tan fuerte.

¿Será esto lo que otros llaman amor?

Yo siempre me he peleado con este término y las absurdas descripciones que surgen cuando intentan darle forma, recuerdo como con Jonas, mi primo, ese con el que tuve interminables noches de conversaciones que no concluían, discutimos mucho sobre el amor y su necesidad de demostrarme que sí existía. Pero me niego a creer que el amor es eso, una forma…

Siento como choca con mi piel el aire que sale de ese aparato enorme en la pared, ahora está más frío, sí, necesito ponerme el suéter que me quité cuando llegué o comenzaré a temblar. De hecho ya mis manos y mi boca están temblando, de forma tan sutil que nadie alcanza a notarlo. 

Bueno también debo decir que yo he aprendido a controlar este temblor, porque es igual al que surge en mí cuando tengo picos de ansiedad. 

Y me dan bastante seguidos.

Las vértebras de mi cuello crujen con cada uno de mis movimientos, por primera vez soy consciente de que estoy armada como una silla plegable de madera, en la que cada parte debe engranar de forma perfecta para que se mueva. 

El hormigueo de mi lengua se extiende a mi rostro, es como que todo se mueve y ahora yo lo noto. 

¿Cómo puede ignorar esto antes?

¿Por qué tuve que necesitarla a ella para ser consciente de mi?

Incluso, me levanté para ir al baño y me sentía levitando, pero era extraño, porque también sentía que pisaba más fuerte y estas dos cosas no pueden suceder al mismo tiempo, o sí, y mi contínua necesidad de analizar todo con lógica no me había permitido verlo de esta forma.

Finalmente entendí que estaba agotada, venía de una jornada de más de 40 horas sin dormir, al menos 36 horas sin comer y un viaje en avión entre París y Barcelona en plena madrugada.

Quizá no fue la mejor idea encontrarme con ella allí, ese día. ¿O sí?
Quizá, si no hubiese estado tan cansada lo habría llevado diferente. ¿O no?

Pero ahora sé qué es lo que ella produce en mí, ya la duda se ha ido y esto me ayudará a decidir si quiero exponerme a ella nuevamente algún día, porque recuerdo que al final de este encuentro solo quería recostar mi cabeza en la silla, dejarla caer y dormir. Necesitaba parar esto y entregarme al sueño hasta el siguiente día.

P.D.: lo que sí me resultó totalmente desagradable fue ese sabor a monte que sentí en mi boca al siguiente día, un sabor que por más crema dental que usé no logré hacerlo desaparecer y no se parecía para nada al sabor de aquella deliciosa galleta de chocolate y limón hecha con María.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *