Serendipia


Francisco, qué piensas de esto?

Comenzó como otra de sus llamadas, hablaban de temas triviales entre saludos tímidos, que muchas veces buscan dejar colar una sonrisa tierna o incluso un [te quiero] pero se limitan a pronunciar un ¿cómo estás?

Ella entre un mar de sonrisas le deja decir que podría pasar la vida mirándole mientras habla. Hay algo en la forma de su rostro que le resulta cautivador. Los ojos hundidos, las facciones rectas y esa sonrisa que intenta disimular, porque no quiere que sepa que a él también ese momento lo llena de alegría.

Él trata de ser antipático, reservado y distante, porque no quiere generar un vínculo al cual no sabe si será capaz de responder más adelante. Sabe que esto seguramente será pasajero, porque aunque parece que cada vez le gusta más, no se imagina cómo podría romper tantos paradigmas y hacer que aquello encaje en su realidad.

Lo que ocurre entre ellos es difícil de nombrar.

Es una mezcla de [no adjetivos] dejándose llevar. 

Algunas veces les resulta muy cómodo y las horas pasan sin que alcancen a darse cuenta, en otros casos las conversaciones son escasas y se limitan a dejar saber que se estaban pensando, y otras resultan en una secuencia incontrolable de conversaciones dispersas durante el día que terminan siendo interrumpidas por alguna cuestión del azar.

Una llamada que interrumpe abruptamente un buen momento.

Una discusión que les recuerda que también pueden hacerse daño. 

Ambos saben que tras las [palabras] que pueden llegar a resultar vacías, existe una atracción mayor que no pueden explicar, una necesidad oculta de compartir momentos y dejar que el otro se cuele en sus días. 

Es como si se conocieran de otra vida.

Han tardado poco más de un año en tener la confianza que a otros les toma años.

Él es más reservado, se rehúsa a aceptar que esto le agrade tanto que en ocasiones lo llega a necesitar, quiere mantenerse a salvo porque {quizá] se puede llegar a… 


Involucrar de más. 

Descontrolar.

Enviciar.

Y más.

Ella está más curada, aunque esto no la hace más atrevida. Se llena de timidez y teme que un día él ya no esté allí.

Ella sabe que está enamorada y que se acerca el momento de sufrir las consecuencias de un amor unidireccional.

Pero no le importa.

Esta vez está decidida a arriesgarlo todo y convertirse en ese punto de inflexión del cual él mismo le habló.

¿Volvemos a la llamada? 

Por eso comencé a escribir todo esto.

Ese día hubo algo diferente.

Ambos se dejaron llevar y sin darse cuenta se encontraban haciendo preguntas que no se preguntan a menos de que estés pensando en el futuro, en armar un plan y en compartir más que llamadas.

Ese día, ella se atrevió a decirle que estaba dispuesta a mover las piezas que fuesen necesarias para ganar.

Él, como buen jugador de ajedrez, entendió a lo que ella se refería.

Jugaría a ganar.

Pero lo que realmente le asustaba no era perder, porque él es mucho mejor que ella en esto.

Lo que le asustaba es que se estaba planteando la posibilidad de [dejarla ganar] para luego disfrutar de su sonrisa de niña mientras presume su triunfo.

¿Te estarás preguntando si jugaron y si él logró jugar mal para dejarla ganar?

Sí, lo hicieron.

Pero él no tuvo que jugar mal, solo se distrajo mirándola y escuchándola mientras jugaba y así como ocurre con un beso robado, alcanzó a percatarse que había perdido cuando ella tomó su reina.

P.D.: hay jugadas que aunque parezcan perdidas pueden resultar mejor que las ganadas.


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